Construyamos juntos una nueva sociedad como la que este pueblo se merece

P. Andreu Oliva, S.J.
Rector

 

Estimados graduandos y estimadas graduandas, un fraternal saludo y mi más cordial bienvenida a este acto de graduación. Mis más sinceras felicitaciones para cada uno de ustedes por haber culminado su carrera y graduarse como profesionales formados en la UCA. También mi agradecimiento por la confianza de ustedes y sus familias en esta alma mater.

Ustedes son los mejores conocedores del esfuerzo, dedicación y compromiso que les ha exigido culminar con éxito su carrera universitaria. Un logro que es de ustedes, por supuesto, pero también de sus familiares y amigos, así como del empeño que ha puesto la Universidad en formarlos con conocimientos y competencias profesionales que les servirán para afrontar los principales desafíos y retos que enfrenta actualmente la sociedad salvadoreña y centroamericana.

 

Época de crisis

Obtienen su título en una época que será especialmente recordada por la humanidad por sus diversas y dolorosas crisis: la covid-19 y sus variantes, los graves problemas medioambientales asociados al cambio climático y los múltiples conflictos bélicos en distintas partes del mundo. El más reciente y conocido es la guerra de Rusia contra Ucrania, en la que se están cometiendo graves crímenes de guerra y de lesa humanidad. Una guerra que amenaza con extenderse a una Europa que ha gozado de paz envidiable en los últimos 77 años. Una guerra que está afectando al mundo entero, elevando los precios de los alimentos y las materias primas, y que puede generar escasez de productos de primera necesidad.

La guerra también es una realidad en otras partes del mundo que a los occidentales parece no importarnos mucho. Afganistán, Siria, Etiopía (Tigray), Yemen, Israel-Palestina, Myanmar son algunos de los países que sufren conflictos armados. Guerras prolongadas y crueles que están causando enormes pérdidas en vidas humanas e infraestructura, y pobreza extrema, hambre y exilio para millones de personas.

También a nivel nacional, la crisis es la tónica, aunque muchos no quieran darse cuenta de ello. Auge del autoritarismo, graves retrocesos en materia democrática, pobreza y desigualdad crecientes, aumento de la migración irregular, crisis económica, vulneraciones constantes a la Constitución y a los derechos humanos (más frecuentes y evidentes con el estado de excepción actual), y creciente aislamiento de nuestro país a nivel internacional son problemas con graves implicaciones para el futuro de todos.

Y en medio de ello, en lugar de buscar la unidad, se fomenta el odio, la mentira, el hostigamiento y la confrontación. Se repiten las mismas actitudes que se prometió erradicar: tráfico de influencias, nepotismo, compadrazgo, corrupción, instrumentalización del Estado al servicio de grupos económicos, destrucción del medioambiente. Actitudes muy dañinas para las mayorías; antivalores que promueven quienes por ley están obligados a garantizar la buena armonía y el entendimiento en nuestra sociedad.

 

Tres actitudes básicas para que el país salga adelante

Ante este contexto tan difícil, ustedes tienen en sus manos la responsabilidad de construir un mejor futuro para El Salvador y el mundo, poniendo en alto el nombre de esta universidad, pero sobre todo recompensando a la sociedad por esta gran oportunidad que les ha dado. Tienen el deber moral y ético de ser excelentes profesionales y buenos ciudadanos, poner sus conocimientos al servicio del bien común y librar su generosidad al servicio de la construcción de una sociedad con justicia social y sin discriminación ni marginación.

Para quienes nos llamamos cristianos y somos profesionales, responsabilizarnos de esta realidad e historia concreta implica ciertas actitudes y compromisos. El primero de ellos es mantener los ojos abiertos a la realidad en toda su complejidad. Un profesional que busque soluciones simplistas o apegadas a la ley del mayor beneficio individual aportará muy poco o nada a la superación de las problemáticas, necesidades y carencias que nos aquejan.

El padre Ellacuría repetía frecuentemente que conocer la realidad nacional es imprescindible para transformarla y que sin ese conocimiento es imposible ser un profesional responsable y creativo. Ver la realidad, contemplarla, distinguir lo verdadero de lo falso, lo que encubre y distorsiona de lo que esclarece e ilumina, es la primera tarea que un profesional comprometido tiene por delante. Ver y saber que de esa realidad contemplada solo es justo y tiene futuro lo que humaniza, lo que promueve la igual dignidad de quienes vivimos en El Salvador.

En segundo lugar, deben vivir con un verdadero espíritu de lucha contra los problemas que dañan a la población. Un espíritu de lucha que una y solidarice a todos los hombres y mujeres de buena voluntad que viven en nuestro país y que son la gran mayoría. No un espíritu de lucha violenta, desesperado, que divida a la sociedad salvadoreña en amigos y enemigos, en buenos y malos, sino un espíritu de lucha que, asumiendo que todos somos hermanos y hermanas, sepa enfrentar con diálogo, honestidad, claridad e incluso sacrificio personal las lacras institucionales, sociales y personales que permanecen entre nosotros. Ser rectos y éticos a la hora de diferenciar lo bueno de lo malo es la actitud indispensable para que El Salvador pueda salir adelante.

En las situaciones difíciles, es necesario tener vigor ético y cristiano. A lo largo de su desarrollo profesional tendrán ofertas que incluirán, además de un buen salario, el olvido de sus principios y el menosprecio a los más pobres. Ofertas tentadoras con las que querrán comprar sus principios y en las que se incluirán ideas que justifiquen su aceptación. Sin renovar nuestro vigor ético y cristiano, este país no tiene futuro. Si ustedes se volvieran incapaces de tener ideales altruistas, generosos y solidarios, y de luchar por ellos, poca esperanza nos cabría.

También hay que recalcar que son parte de un pueblo generoso y valiente. Un pueblo que sabe arriesgarse y salir adelante, aun en situaciones muy complejas. Un pueblo de gente idealista, de profetas y mártires que supieron decir la verdad y permanecer con el Evangelio en la mano al lado de los más pobres y desamparados. Esa energía sigue viva en El Salvador y se refleja en el trabajo de tantos y tantas en pro de los derechos humanos, en los esfuerzos de emprendedores que no se amilanan ante las manipulaciones de los más grandes, en quienes han adquirido conciencia de los enormes retos que el país enfrenta en el terreno ecológico, en los que luchan en favor de que la justicia no sea un concepto vacío en nuestras tierras, y lo hacen incluso desde dentro de un sistema judicial cooptado y corrupto.

 

El diálogo y la amistad social son el camino

Súmense a esa corriente de los generosos, no se dejen arrastrar por quienes niegan en la práctica la igual dignidad de todas y todos los salvadoreños. Pongan su confianza en el Dios bueno que les concedió el privilegio de tener estudios universitarios. Si les ha ayudado a llegar hasta donde están es porque quiere algo de ustedes; es porque les quiere dar una misión: usando términos bíblicos, transformar a este país en un lugar donde las armas se conviertan en arados, donde la justicia y la paz se besen, donde todos nos podamos llamar hermanos y hermanas, donde el abuso, la injusticia, la pobreza y la irresponsabilidad queden desterrados para siempre.

El papa Francisco considera que para responder a los grandes desafíos del mundo actual es necesario “reencontrarnos (…) con los más pobres y vulnerables. Los que están en las periferias. Alejarnos de los populismos que explotan la angustia del pueblo sin dar soluciones, proponiendo una mística que no resuelve nada. Huir de la enemistad social que solo destruye y salir de la polarización”. Para el papa, “el diálogo es el camino para mirar la realidad de una manera nueva, para vivir con pasión los desafíos de la construcción del bien común”. Y por ello nos invita a que “seamos arquitectos de diálogo, arquitectos de amistad, valientes y apasionados, hombres y mujeres que siempre tiendan la mano, y que no crean espacios de enemistad y de guerra”.

La UCA es una universidad construida sobre la opción por los más débiles de nuestra sociedad y reconstruida sobre la sangre de mártires. Por eso apostamos por el cambio social y cultural en El Salvador. Como institución formada por seres humanos, tenemos sin duda nuestros errores y contradicciones. Pero está firme la voluntad de acompañarles en construir un El Salvador diferente, más justo, más dialogante, más pacífico y más coherente con sus valores cristianos. Nos sentimos orgullosos de haberlos formado, porque sabemos que serán buenos profesionales. Nos sentiremos mucho más orgullosos si juntos, ustedes, nosotros y todas las personas de buena voluntad, conseguimos construir una nueva sociedad como la que este pueblo se merece. Tengan ánimo y crean, con toda la fuerza de su ardor juvenil, que el Señor resucitado les acompaña y les dará el vigor moral y espiritual que necesitan para esta tarea.

De nuevo, mis felicitaciones a cada uno de ustedes por haber llegado a una de sus primeras metas. Sigan adelante. Muchas gracias.

 

 

Universidad Centroamericana José Simeón Cañas
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